Quiera el cielo que el lector, enardecido y momentáneamente feroz como lo que lee, encuentre, sin desorientarse, su abrupto y salvaje camino por entre las desoladas ciénagas de estas páginas sombrías y llenas de veneno, pues, a no ser que ponga en su lectura una lógica rigurosa y una aplicación mental igual, cuando menos, a su desconfianza, las emanaciones mortales de este libro embeberán su alma como el agua al azúcar. No es bueno que todo el mundo lea las páginas que siguen; sólo algunos saborearán este fruto amargo sin peligro. Por lo tanto, alma tímida, antes de ir más lejos por semejantes landas inexploradas, dirige tus pasos hacia atrás y no hacia adelante. Escucha bien lo que te digo: dirige tus pasos hacia atrás y no hacia adelante, como los ojos de un hijo que se apartan respetuosamente de la augusta contemplación de la cara materna; o, mejor aún, como un ángulo de friolentas grullas muy meditabundas que, durante el invierno, se pierden de vista mientras vuelan poderosamente a través del silencio, a toda vela, hacia un determinado punto del horizonte del cual, súbitamente, brota un viento fuerte y extraño, precursor de la tempestad. La grulla más vieja, que forma por sí sola la vanguardia, al ver eso mueve la cabeza como una persona razonable, y en consecuencia también su pico, al que hace restallar, manifestando así que no está contenta (tampoco yo lo estaría en su lugar), mientras su viejo pescuezo, desprovisto de plumas y contemporáneo de tres generaciones de grullas, se mueve en irritadas ondulaciones que presagian la tormenta que se aproxima cada vez más. Después de haber mirado con sangre fría varias veces en todas direcciones, con ojos que atesoran experiencia, prudentemente, en su condición de líder (pues es a ella a quien corresponde el privilegio de mostrar las plumas de su cola a las demás grullas, inferiores en inteligencia), con su grito vigilante de melancólico centinela, para rechazar al enemigo común, vira con flexibilidad la punta de la figura geométrica (que quizás es un triángulo, aunque no se ve el tercer lado que forman en el espacio esas curiosas aves de paso), ya a babor, ya a estribor, como un hábil capitán, y, manobriando con alas que no parecen más grandes que las de un gorrión, toma así, pues no es tonta, otro camino más filosófico y seguro.

No hay comentarios: